Astronomía para maniquíes



La perplejidad como normalidad,
tras mis venas las estaciones
se dejan pasar: no tengo constelación
que guarde mi azar.

Yo que busco en el efluvio
de luna la verdad de tu andar,
mis ojos que se nublan de estrellas quemar,
no quedan templos para ceguera,
no quedan espacios para el mañana,
solo la temporada esperar…

El rito moribundo de ver mis trajes
transmutarse con el pasar del viento.
¡Cuánto darían mis ojos por verse llorar!
Cuando Venus se alinea con Mercurio
sentir el viento del amor silbar
y sentir por mis venas la  guerra cuando Marte
ha de pasar. Todas las estrellas
que me miran, todas sin nada poder cambiar.

Yo que guardo la esperanza de tocar sus puertas,
yo que dibujo en mi vacío el universo de la marquesina,
yo que busco sobre mi condena la sentencia estelar,
este silencio de materia, este mirar sin apreciar.
Contemplo como tu mirada me persigue,
como tu deseo en mí se quiere transformar.

El deseo atroz del que vive bajo la estrellas,
en su locura razonada congelar
sonrisas, tiempo y lealtad.
Volar tan cerca como para que parezca lejos,
y al mirarme hechizado de mi apariencia quedar,
ese es el delito del que tiene libertad;
este es mi anhelo: el que mi ausente
espíritu con las estrellas pueda divagar.

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