Reflexiones tras la campaña electoral: ¿Por qué es necesario un ambiente crítico dentro de la universidad?

Le foix Miroir- René Magrette

Los debates en torno a la campaña política acaecida durante el último mes dejan aún ver sus estelas por todos los campos de la vida social y académica en el Perú. Sin embargo, debemos de detallar diversos aspectos que fueron y son materia de discusión en los diversos ámbitos, tanto del conocimiento político como del académico, y es que durante la ardua campaña electoral se dejó ver muchas de las posturas de diversas índoles, pero por sobre todo concentradas con un énfasis muy personal. En efecto, las razones por las cuales muchas de las universidades- tanto nacionales como particulares- dejaron ver el rostro bastante gaznápiro de sus dirigentes, quizá un buen ejemplo a recordar sería la postura abiertamente pro-humalista de la cúpula de la Federación de estudiantes de la PUCP o de la Federación de estudiantes de la UNASAM y algunos de sus centros federados. A todo ello la pregunta a resolver sería la siguiente ¿Cuán importante es que la dirigencia de un órgano de representación estudiantil se convierta en un adepto partícipe de una sola postura política, electoral, ideológica o filosófica?

                La respuesta, evidentemente es sí; sin embargo, la obviedad de la respuesta resulta opacada por acciones tan cargadas de ánimos personales que sólo hacen o finalmente convierten a los órganos políticos universitarios- sin ánimos de ofender- en instituciones incapaces de barruntar algo que vaya más allá de sus afectos ideológicos o de sus preferencias electorales y es que definitivamente el rol que juegan estas instituciones son de vital importancia si es que se quiere- como ellos también lo pregonan de manera  histriónica- que  necesitamos de un ambiente crítico, de convertir a la universidad en un ente que pueda aportar ideas capaces de buscar soluciones a los problemas del país, pero también capaces de ser fuentes vivas de debate y concertación de ideas. Algo que parece demasiado lejano si aún  pretendemos que los dirigentes de estos órganos coloquen panfletitos o pronunciamientos en un espacio público, como es la universidad, o- peor aún- propongan realizar debates con propuestas sesgadas que buscan- directa o indirectamente- la parcialización hacia uno de los candidatos. Más allá de las medidas tomadas, el resultado parece ser desastroso si se quiere hablar de generación de debate, pues existe la carencia total de un campo neutral donde se pueda dialogar, confrontar y debatir diversas posturas y donde no exista la atrofiada idea de que la cúpula- sólo por el hecho de serlo- tiene la última palabra.

                Cuando Sexto Empírico hablaba del uso de escepticismo lo hacía con el propósito de ejecutar varias tareas, pero que al fin le traerían un solo resultado: la neutralización de lo totalizante que puede ser una idea y con ello un espacio libre donde el reflexionar no éste sujeto al yugo de la ideología. Es así que el alejamiento de un dogma, la capacidad de establecer dudas sobre él, la búsqueda de un terreno yermo donde podamos realizar diversas prácticas de cultivo, la existencia de una duda como medida necesaria a seguir es recurrente y sumamente necesaria si queremos realizar una verdadera crítica, si deseamos esbozar dentro de nuestras universidades un criterio de conciencia y un clima de debate alturado y con capacidad argumentativa de calidad. Sería una perogrullada mencionar que los aspectos en cuanto a la elección de una postura política individual o de grupo social; sin embargo, si asumimos la dirección de una institución  de carácter neutral debemos de sencillamente mostrarnos neutrales, pues obviamente el terreno yermo y sin ataduras que nos permitirá realizar los debates, confrontar la calidad de nuestras ideas y finalmente generar la conciencia social, de la cual tanto urge su presencia, es la universidad y sus espacios de debate.

                Es ingenuo retratar y sobre todo resulta curioso el abandono de rigor que presentan muchos de los dirigentes estudiantiles y es que- muchos de ellos son de izquierda-, pues salen muy contentos a decir “con el gobierno de Ollanta Humala  se ha inaugurado el primer gobierno de izquierda en el Perú” es aparentemente una idea personal- que no tendría relevancia alguna- si es que no se cayese en la treta de “La injusticia existe, porque no todos somos de izquierda”, el pensamiento pertenece a una falacia ad logicam porque finalmente su destino parte de posiciones personales que se cubren ropajes enteramente políticos, olvidando que tanto en política como en filosofía la crítica es necesaria, para enriquecer, reforzar, mejorar, cambiar los matices y hasta incluso abandonar una idea, pues la búsqueda de fines, tan ambiciosos, como la mejora de la universidad nacional no pasa por el precario pensamiento de imponer un solo régimen de ideas a la población estudiantil con el fin de exhortarlos a tomar decisiones, sino pasa por un proceso donde la elección pueda ser revisada por el conjunto de actores competentes para que  así el nivel logre su mejora constante y se establezca como una idea general en todo el ámbito académico- no por imposición o por falta de rigor crítico- sino por presentar los mejores argumentos a seguir, luego de un encarnizado encuentro de ideas que es verdaderamente uno de los placeres que se puede dar un estudiante universitario.

                Existe una cultura de izquierda con raíces muy fuertes y que tiene una explicación tanto mediática como una explicación dentro de los factores socio-económicos presente en cada estudiante. Lamentablemente, el cliché del tipo rebelde, del que puede lograr el cambio mediante la imposición de una idea es de lo más actual. Por ello, es necesario buscar en nuestras ideas dotarnos de espacios en blanco donde se pueda lograr una crítica, donde el debate pueda convertirse en la paleta de colores para pintar el más bello de los lienzos, pero por sobre todo para no hacer de nuestras verdades absolutas, nuestros errores irrefutables, como lo dice el gran Friedrich Nietzsche.