Post-Mortem



Si tú y yo muriésemos,
la tarde no tendría ya con que soñar,
pero mi tumba sería tu dulce cantar.
Las hojas de otoño profanarían
nuestro encierro, lo llenarían
de amor con su tocar de viento.

Si tú y yo suspiraríamos juntos,
el verso se extendería hasta las montañas,
y el tibio sol lo bendeciría con su hermano abrazo.
Las telarañas que trastocan nuestros juramentos
se harían eternas vigías del amor en nuestro infierno.

No me preguntes por razones, porque me falta tu locura,
tus ansias por destrozar mis espejos oscuros,
por delinear mis máscaras juveniles,
por pintarme la tarde debajo de los pies que reposan
sobre nuestra tumba. Mira junto a mí nuestro inefable epitafio.

Muramos juntos para renacer entre el infierno y el cielo
otra vez, para ver juntos el reflejo de las flores de narcisos,
para hacerte mi encierro, mi perdición.

Ojos de noche que la luna bendijo con el silencio
de la soledad, no escapes ya del azar,
sonríe al intempestivo amanecer de nuestra oscuridad,
olvida el tiempo, el pasado, el futuro y echémonos a volar.
A surcar los abismos de nuestra propia máscara,
a disolver juntos la historia de nuestras manos,
a reír sin pensar en llorar. 

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