Última llamada


Tren antiguo de los Altos de Guatemala


Yo sé que no hay por este bosque incierto
más que las palabras que deambulan en ti,
yo sé que no existe perdón para las miserias
del alma, yo sé que solo una vez se puede tener alas.

Y si mirar al espejo se hiciera un delito,
comprobada misión de rasgar el alma
en un taciturno insomnio.
Temo la ráfaga de tu voz hundir más
la herida, temo saber cuándo huyó el amor.

Aunque pregunte y lamente,
aunque calle y otorgue, no encuentro paz
en mis silencios, no encuentro alegría
en el gris del invierno.
He perdido colores para despejar abismos,
he cedido cada paso
para el acribillamiento crepuscular
de una fortuna que todo lo atrapa
que ningún halo de tu luz deja ya pasar.

No esperemos carrozas fúnebres,
no cortejos de flores para subsanar el tiempo,
muramos esta noche, si es necesario,
no por nuestra esperanza,
sino por aquello que floreció
en el pecho y llamaste voluntad.

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