Confesión


Dos hombres contemplando la luna- Caspar David Friedrich

Cuando te conocí
primaveras anidaban en el corazón,
me atrapa incesante el vaivén de tu respiración,
alcobas blancas que atrapan de luces un hoy.
Tan cierto, como terrible te volvías eterna sinrazón,
repetían salmos eternos en un corazón, se fraguaba
para siempre un sello en el corazón.

Otra vez volviste disfrazada de octubre,
tus pasos se adentraban fuertes sobre abismos
inhóspitos, eras reina del viento y la soledad
te coronaba: tan altiva tan elegante, tan lejana.
Aurora besaba tus ojos negros, Aurora te sumergía
en mí, era primavera y sentías el viento rosar tus caderas.

Cuando preguntaste por mí, nacieron de ti soles amarillos,
para cubrir de mantos verdes estepas ya desoladas, otras canciones
que sumergían al corazón en embriaguez de juventud,
entonces descubriste tu condena: tus manos moldearan el futuro,
tu corazón verá tu invierno caer, tus pupilas harán  grises otros ocasos
y volveré a amarte, lejana, altiva y elegante sobre la nieve de tu piel.

Y si volviera por ti el tiempo, recorrería conmigo cada cuarto menguante,
vi tus manos acariciar la oscuridad, cada palabra que vuelva de la eternidad.
Surcarás para volver a hacerte bosque montañas de luz,
nuestro pacto prevalecerá en el cantar del río,
mientras espero en la noche de San Silvestre
tus lunares alinearse a un Venus que no conoce ayer.

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