Inexperta soledad



Cuando hondo caló sobre los huesos
violines marchitos acompasaban las nubes,
cubría de tibia oscuridad el grito del vacío
ya no había fuerzas ni si quiera para llorar.

La violenta noche que carcome silencios,
grita sobre un recuerdo, sobre cenizas
que flotan como un torbellino empapadas de mí.
Una estela tenue se disfraza de esperanza.

Y en mi desnudez descubro fosas
sobre mantos de vivencias, sobre mitos
del corazón que naufraga sobre un oscuro mar
que son las horas que danzan en coreografía atroz.

Cuando hondo caló sobre los huesos
ya las palabras sobraban, ya inertes deambulan
los retazos de la mañana, ya carentes de ti
se diluyen en un frio sol.

Es volar sobre montañas gélidas,
solitario vicio de almas ermitañas.
Es partir de los brazos tibios de su sonrisa
a un gélido sendero, a un solitario paraje
donde solo hay espacio para uno.

Cuando caiga nuestra belleza presa del tiempo,
minutos precarios tendremos para conversar
sobre nuestra soledad y una voz honda
resonará desde el mar y volverá todo
volverá como el hoy cuando dijiste adiós.

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