XIV



¿Cómo te encontré?, en signos y oculta,
en la incandescente esfera artificial que le da color
a mi rostro, aquel que tu mano promete
como un céfiro de otoño tocar.

Tu partida, tus misivas, tu rito dominical,
abriste la ventana luego de la visita del amor,
lo recordé como aquel beso ajeno en la lluvia,
como aquella ciudad que ya no me pertenecía.

Me despedí de ti, prolija y concretamente,
como esperando nada más que tu sonrisa franca
golpeara el reloj y partieras en aquel rectángulo
que acumula nubes para sólo recordar tu signo.

Nuestra charla fue la habitual, el saludo y las preguntas
de rigor, la palabra que colorea la tarde, el otoño
que me mece en su rojo abismal, tú y yo
como una sombra serena que irrumpe junio.


Ausentes, pide alguien un cigarrillo en nuestro altar,
se alzan los días, las miradas y la palabra,
ya no brota de ese lugar una tímida sonrisa.
Solo concreto, ya no más azar.

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