Bitácora familiar

Realismo socialista

La casa tenía todo:
un amante, un contrato, una siesta
y un palacio.


Y esos tiempos se permitían otros
manjares: la osadía del abrazo, el misterio
de la cena y la gelatina ansiosa del encuentro.

Se oraba puntual a algún vacío que se rodeaba de canas
y súbitamente a la sensación de orfandad le brotaban alas.
Se comía abundante y se bebía con prudencia.


Nos hacíamos un pacto de golosinas
y el reloj marcaba una noche serena al dejar
descansar los zapatos.

Nuestras promesas eran silenciosas caídas
del ocaso y las palabras de cuidado se repetían
como hechizos redundantes.


Se imaginaba el amor a falta de realidad,
pero se cocinaba con alegría; sin embargo,
como en toda historia y en el paso del olvido
todos se hicieron odio, alma y cigarrillos.

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