Brevísimas reflexiones del Caos antes de sumergirse en el ocaso


Rei Ayanami

El caos es la generatriz de todo lo que acontece no hay principio, no hay final, todo es caos. El caos entonces fue concebido por el ser humano; pero la realidad necesitaba un fundamento, es decir el ser humano para ubicarse necesitaba la temporalidad entonces generó la muerte, generó así nuevas pautas y este nuevo orden debería ser la meta la guía y el fin. Sin embargo, sólo le llevaron a generar como individuo límites. Pretendiendo retar al caso se creó la artificialidad, el hombre concibió al mundo como artificial y lo artificial pretendía ser opuesto al caos, pero lo artificial no podía sustituir al caos, por ello que todo orden tiende al caos y el caos lo cubre y llena todo. Cuando el caos y el orden no se equiparan, pues el orden es sólo una posibilidad del caos, por lo que el caos tiene infinitas posibilidades frente al universo y ello significaría que  el caos es la roca angular de todo lo que pretendemos conocer.

Cerró los libros, la tarde era distante y bajo ella se aproximaba la humanidad tan falazmente como aquello que llamáramos amistad. Meció los libros para guardarlos en la mochila. Tenía el cabello convencionalmente azul, sutilmente azul, pero universalmente sus manos eran bellas y su rostro irradiaba una belleza apacible tan dinámica, tan compleja, tan monótona para los ojos de todos; pero infinitamente hermosa ante los ojos de la eternidad. Cerró los libros se paró y guardó la silla. Pensó que el universo partía del caos o tal vez de la nada o que el caos era nada, pero pensó debidamente en dos puntos, pues quería escribir un cuento que no tenga esa terrible infamia del final, el final como grotesco sinsentido de todo lo que tenía; la historia acababa se extinguía entre lo espeso e incontenible de lo finito. Ella quería en cambio hacer de la eternidad su cuento hacer algo que no desapareciese.

No importaba hoy como antes, ser o parecer era lo aceptable parecer, porque ser era una cuestión difícil, muy escarpada de pensar- después de cada comida- y parecer sería la mejor salida a una situación. Se lavó los dientes con brevedad miró el espejo y pensó que la acción que había ejecutado de mala gana y superficial era la más adecuada, pues sólo se le exigía tener buen aliento, el lavado con detenimiento era una cuestión tediosa y quitaba el tiempo para una mejor reflexión ¿Reflexión? La vida no se llenaba de reflexiones, había en ella un cambio, un repentino despertar, el corazón se hacía una careta más de lo aparente, un juego más de lo ya aprendido, de lo estudiado, se pregunto, entonces sobre su esencia- el vestido blanco rozaba suavemente sus muslos- meció la cabeza para decir con los labios no disfrazados de belleza “el vestido me queda muy bien hoy estoy más bella que nunca”.

Luz eterna. Ella imaginaba un hada de cielos profanos más allá de su valiente ser ¿Dónde? Pues donde tuviese cabida el azul de la noche, caminar sobre la tierra serena y parsimoniosamente mientras- ella imaginaba su vestido. Detuvo la mirada para explorar entre los colores del atardecer, para otra vez preguntarse qué color podría no ser el adecuado entre la muerte y la vida, qué respuesta podría darle aquel color que superara el mismo sentir del atardecer después de la saltarina lluvia que había hecho suya la ciudad. Agonizante de todo claustro, anémica de belleza, muerta entre el intento de desertar al campo y el sacrificio de las montañas por llevarse de ella el rostro colosal. Hadas, papel y flores, la misma canción que cuando se enamoró de aquel chico del disco, de aquella sonrisa estúpida de sábado de diciembre. Entonces el hada fugaz de colores impredecibles en el vestido, sinsentido que sólo la magia podría explicar, recortó flores para el roble en el altar, luz entre luces energía que sólo el silencio sabe explicar. Roble, reflexionaba mucho sobre la soledad, característica que el cielo azul noche le había regalado, pero hada tenía entre sus manos flores para Roble, entonces entre el viento y la mirada crepuscular del atardecer se atisbo el eco de la conversación. Cerró filas con la música a todo volumen, la ciudad no perdonaba ningún atisbo de mismidad, para qué se preguntaba toda la masa si lo mejor era la simpleza de la igualdad, el sucinto retroceder a lo común o el vulgar no pensar de aquello que llamamos prójimo. Miró entonces con aquellos ojos de muchacha, aquella plaza donde alguna vez un viejo amigo perdió el amor, suspiró por el mismo hecho que él en aquella noche mientras las bocinas de los autos arruinaban el cantar del reloj de la catedral dando las ocho de la noche.

El caos no se propone serlo todo es la medida que se dio para lo imposible para lo indeterminado, pero el caos no podría darse a sí mismo la nomenclatura de un todo, el todo sería sencillamente aprobar lo que existe, el todo es una medida una pretensión, el caos no se da esa medida, el caos es sólo fuerza, un titán salido de la nada de la noche incendiaria, el caos pretende sencillamente no pretender. Por ello todo es complejamente  algo que no puede estar presente pero lo está. Y ese hecho tan irritante, ese hecho tan intrigante para el individuo, le sirvió para preguntarse por sí mismo, la incomodidad del todo, de preguntarse si realmente es todo, es que si puede partir de una posibilidad que no sea emanada de aquel caos distante que él mismo no puede imaginarse por su grandeza.

            Ella caminó dos pasos y miró el atardecer ya no quedaban restos de su mismidad, lo había entregado todo. Le interrumpía mucho la idea del final, era una cuestión obsesiva frente a la existencia, porque no podía darse, no podía mostrase como una cuestión repetida, era algo que estaba ahí encumbrándola. Pero la majestuosidad del caos, he ahí la esencia del cuento, se preguntó, pero qué es el caos sino  es caos, que quiere el caos sino quiere ser caos, bastaría nombrarlo para que sea o es simplemente sin nombrarlo. Brilló en la jaula del lenguaje. Cerró los ojos y descubrió que sobre su cabello irradiaba un árbol protector de todo aquello que significaba la naturaleza.

El caos entonces era el cielo gris de aguacero, aquella falange de nubes retando al sol, envueltas en una fanática sombra, así muriesen sus pasos, así quedaran atrás sus fuerzas, así no existiese más porqués para impedirse la tarea las nubes cubrían el cielo con un ímpetu tan salvaje, tan admirable que sólo dejaban tregua al sol para luchar. Era entonces que la tarde llegaba a su climax, los charcos eran muestra de la gran batalla acaecida y en ella pensar se haría una insana muestra de felicidad- claro si las converse no se mojan demasiado-. Miró entonces el pozo de agua que reflejaba su rostro y una idea extraña cubrió su rostro de una sutil alegría para esbozar: si el caos pudiese contenerse en el cielo, en el gris del formar de las nubes, en el pasar de las horas, en el contener de lo infinito, entonces tendríamos un pequeño sitial en toda esa conspiración tan extraña, pero tan familiar. El caos era nuestra admiración, aunque nuestros ojos que intentan buscar orden para sencillamente darle un sentido artificial a la existencia tendrían que volver a nacer o el gusto sincero de los que no creen en algún retorno tendrían que olvidar el orden complejo y cerrado en el que habíamos caído.

Y si de mi resistencia dependiera la alegría forzada, el corazón encadenado a hablar sobre temas tan distantes, como lo artificial, si ya el amor no tuviese cabida y el dolor como ayer se hiciese hoy. ¿Sería natural sentir dolor? Será que el corazón nació con el dolor al costado para recordar algo que quizá ya vivo hubiese olvidado, mientras aún existe respiración la existencia es nuestra y nuestro también es el dolor ¡Ah el amor! Tan indulgente con los días feriados, respondió en soliloquio que había iniciado tras observar detenidamente como la fuerza de las gotas caían bajo el atardecer, cómo bajo el fantasma cruel del fin se agotaban esas gotas en el los vidrios del taxi que la llevaban al hogar, era realmente hermoso como ver que a pesar del abandono de dibujaban aún en su muerte una danza de sombras- reflejadas por las luces de la ciudad- como último afán creador y descendían hasta desaparecer entre el viento y el metal frío del auto. Pensó con cierta melancolía si realmente el amor podía llevarla a otro lugar que no fuese el final.

Cuan natural sería el caos entonces, mejor dicho para razonarlo en términos de la razón cuánto de razonable hay en el caso. Bueno la respuesta sería sencilla en el caos tiene todo lo de razonable, pues es sencillo proponerse que el caos no requiere de un orden; pero la idea de un orden requiere de un caos, cabría suponer la idea, de que todo partiría del caos, y este hecho de partir del caos significaría- evidentemente- que el orden es sólo una posibilidad de él (como se mencionó); por ello tendríamos que entender qué existen más posibilidades surgidas del caos, cuáles son ellas, lamento decirlo, pero el hombre eligió posibilidad del orden. ¿Y por qué el orden? El orden aparecía como aquella pequeña manta que nos cubría del frío al amanecer era la posibilidad de un consuelo en el frío de la existencia, era de la existencia misma de la cual nos queríamos proteger porque asumimos que no podíamos resistirlo; pero si protegernos, que no podíamos dominarlo, para ello había que olvidar todo lo que éramos y decidir sólo por una posibilidad: escogimos el orden como la clave para el desarrollo- algo que nos cubriera del caos que podíamos ser nosotros mismos- porque el caos era complejo difícil de domeñar, pero fácil de esquivar ante nuestros ojos y pensamientos. Cuando aquel día que nos deshicimos de nuestras demás posibilidades logramos encerrarnos en una sola, es decir en la trampa de la temporalidad. Y al volver a la práctica a la vida terrena qué tenemos de caos, qué es lo que nos queda de él, pues miremos nuestras emociones y su forma de ser.

Ella escribía “el hada surcaba los pasos del ayer, como buscando el resplandecer de algo que una mañana debía llevarla por otro camino; pero recordó que la durante la noche tomó otra decisión por una hojas de viejo roble que se mecían armoniosamente con el viento. Sabes se preguntó , el Roble con voz reflexiva respondió, , el Hada se sorprendió de las palabras del sabio Roble, sería acaso la muerte la única manera de sellar la inmortalidad, podríamos morir con tanta sencillez que de nosotros no quedara nada, pero recordó en regocijo que el fin sólo era parte de la historia que los cambios significaban sólo un nuevo empezar y son ineluctables para la materia, para aquellas alas que algún momento dejarían de volar por acción del tiempo. Cuando su mirada- llorosa y lúgubre- contemplo al Roble- cuyo silencio había sido profundo; pero cuyas palabras iniciarían el rito hacía eternidad, entonces el Hada abrazo al Roble con todas la fuerzas de su juventud y el Roble pronunció en tono bajo, pero rotundo . Susurros que desaparecen en la densidad, palabras que se ahogan entre un llanto de júbilo y una sonrisa se convierte en bienestar; Hipnos finalizó el hechizo y ascendió desde la profundidad del sueño, desde el caos de la personalidad- fortaleza inquebrantable de altísimos muros- a Alejandría. Despertó ella con una sonrisa, se cubrió el hombro y pensó en lo bello de un sueño y miró la fuerza de la mañana el inquebrantable ser del Sol al recuperar sus fuerzas tras la noche profunda. Alejandría miró ya sin esperanza cada espacio en su vida, cada segundo de tiempo con heridas y sonrió con aquel bienestar que sólo la voluntad le pudo dar.

Si de azul te pintaras serías una estrella de mi constelación solar, te has quedado solitaria allá arriba entre los recuerdos, allá donde sólo los valientes quieren explorar, miro tus gotas, tu sabia profundidad. El pesebre que tienes entre tus manos, las infinitas noches y todas la vidas que generas, soledad tan profunda, tan imposible de romper, tan meditada, tan feliz, tan sedienta de ser. Aún contemplo tus misterios constelación de cáncer, aún quiero sumergirme en tus avernos- si nuestra fe me deja pasar- divagar por tus posibilidades, por tu esencia, por tu oscuridad. Sentenció agitando su cabello azul en contraste con la luna tenue, quedaba entonces la inmanencia extinguida, pus la belleza era todo lo que debía quedar, era todo lo que podía florecer, entonces cerró el cuaderno de hojas rayadas, para luego quedar dormida pensando en lo sublime de la belleza, en su no final.

Quedaba así ya no más falacias para el corazón que grita con anhelo la razón no ha podido mentir en sus argumentos, ha caído su señuelo y ha dejado ese espacio en blanco que tanto teme mi tristeza, que tanto llora mi abandono para darle paso a algo más fuerte, más tormentoso y más sublime la posibilidad de renacer, renacer de mi propios eclipses, pero amar también a mi oscuridad.
             


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