Romance


“Tan sucio yo, tan moralmente limpio”



El techo azul de la catedral topa torpemente la noche antes de rezar la última sentencia del día: “el amor ha muerto”, resuena en el eco de la bocina oficial de algo que los hombres llamaron automóvil.

No me preguntes cómo pude describir mis inicios, mi idílico amor con una bocina de auto como final. El amor es tan irracional como para contenerlo en el fino y simétrico perfil de la belleza de las palabras que no rasguen lo poco que queda de cohesión entre las ideas y los posibles amaneceres no-natos junto a ella. Está mañana como ayer olvidé la infernal ternura de su vientre rozar mi piel, el silencio citado de no sentir nada más el aura de su cuerpo ausente levitando entre las sábanas y los escasos atisbos de luz traspasar mis párpados antes de escuchar el grito de la soledad rondar la habitación. Silencio afuera, cómo explicar el amor si es setiembre, cómo rezar ante un altar que nada de lo que encierra la promesa se hará realidad, mientras rememoro cada vacío instante de mortalidad que me rodea, el peso de los recuerdos, la carga angustiante de no vengado, de las palabras que borbotean del diario como anunciando el mismo estúpido final insípido de la vida entre un sueño desbordado de positivismo y una sentencia clara de que la normalidad invadirá cada parte de mi ser, cada milímetro de mi mente y por último que la autenticidad, como camino a seguir era precisamente una cuestión imposible sin la determinación antelada de todas las cosas.

Tomo la pasta dental, es lunes y tengo que confesar.

Cruzó las piernas, lentamente, con ese sentido de feminidad que nunca se le sería robado a pesar que el tiempo le regalaría la muerte. El vestido, que tanto odiaba, esa mezcla turbadora del negro y el blanco en armónica paz sobre su vientre, cayó suavemente hasta topar las patas de la silla y las pantis negras se volverían cómplices de la simetría griega de sus muslos quedaron lentamente fijadas debajo del misterio de la conversación; sonreí- entonces. Ella miro las gotas de miel sobre el té negro de su taza marfil con bordes arábicos azules, antes de morder sus labios en busca de un beso y suspirar por cada segundo que yo había besado su espalda. Tantas veces Vivaldi me regaló de ella una mezcla imprecisa entre el ondular de su cabello y su mirada fija en mis labios, antes del beso matutino, del correr que me atrapó en la rutina de su suyo o en la noche, mientras añoraba la melancolía de la soledad sus manos danzaban la aterciopelada melodía que me atraía a probar del solido de la música de su voz. La noche se armoniza bajo la guitarra española, fino romance de ayer, culto mágico a la tristeza. Pero no me perturbará su sonrisa que se adhiere a lo infinito de la coquetería. Yo me negaría a recibir algún beso, no porque no intentase descubrir el misterio de sus comisuras, sino porque la sentencia estaba dada: hoy haría inmortal a nuestro amor, le quitaría ese pesado lastre que significa la realidad para hacerlo mito, ese distante sendero que tiene que recorrer para no sacrificarse y terminar encerrado en la jaula de la vejez en el fiasco de la no inmortalidad y sentir el látigo de Chronos su espalda chocar, no podía darle ese fin a nuestro amor, no podía darle esa terrible muestra de inmisericorde egoísmo, porque tenía que inmortalizar nuestra historia en entre la magnanimidad de la nada, pero sí en algo más allá de la temporalidad que tanto odian mis manos, que tanto odia mi ser. Amor mío, era hoy el regalo más grande que podía darte la inmortalidad del no ser, porque tus minutos se cristalizarán en lágrimas infinitas que ya no morderán el barro creador de mortalidad o las ansias de demiurgo de volverse realidad. Acomodé la manga de mi saco mientras el reproductor musical sentenciaba el encuentro con algo de Radiohead. Hoy terminaría todo entre nosotros, pero aquella prueba ambos guardaríamos el amor como un pilar de creación, desde la tristeza sí, pero nuestro estaría en la montaña más alta donde el frío de lo que no es precisamente hace que sea infinito sin necesidad de depender del espacio ni del tiempo, porque desde su altura podría darnos a ambos un mismo sentido una capacidad creadora más allá del reflejo de nuestro amor terrenal.

Cabellos ondulados que asemejaban a la siniestra noche en la que conocí su sombra. El vestido que tanto odiaba por ser tan egoístamente sensual, para sus hombros- tan inmisericorde con mis ansias, tan silencioso compañero de mis sollozos-. Sería un ataúd tan milagroso como para dármela entera, como para que jamás sus labios tocarán otros, como para que en ningún futuro alguien probara su suerte y retara a su belleza, como si la necesidad de endiosarla se hiciese cómplice con la muerte. Este infinito retar de manuscritos trazados linealmente como juegos de luces, como sombras atisbadas al sentir el susurro de sus deseos al terminar en la palabra amor. Grandilocuente sensación de bienestar- rechazarla sería rechazar el cuerpo de Cristo- porque no queda más que beber de mi propia sangre de mi propio anhelo antes que crucificar cada milímetro de amor de fotografía. No temas es silencio puro el que quiero retratar finamente desde la unión de tus muslos y tus caderas, mientras camino abajo ya nadie reconocerá que eres tú, porque te esconderás entre los otros y mis pasos te buscarán aquí, pero el destino no dará oportunidades y saldré a buscarte por el mar, danzando quizá y el viento de Eurídice perdone al tiempo por envejecer cada célula de tu belleza, por darte las lágrimas, por negarte tus sueños, pero después de toda la historia, sin sangre, sin héroes los abrazos se harán como acordes inexistentes de mis canciones contigo de los misterios que descubriste al esbozar mis pies, de las caricias que producen la sensación de hogar quedarán cubiertas por la inmortalidad de lo que no es cuerpo, ya no más el estorbo de la realidad. Las palabras de mis lágrimas saldrán antes de que des por acabada la sesión de nuestro encuentro. Ella mira algo despreocupada la juventud, su sonrisa me dice muchas cosas, sus palabras siempre son las mismas antes de partir de la mesa, la sombrilla no le hace caso al momento de respetar sus cabellos y golpea su cabeza y un suave ¡ouch! Escapa de su voz, ella ríe y toma los libros, dice que necesita hablar de cosas muy importantes conmigo, pero que las dejará para la noche tiene que salir, tiene que esperar el bus que llevará al centro de diseño y luego de compras. Se despide algo fría, pero dice guardar en ella una foto del viaje que tuvimos a la sierra norte.

Tomaría lentamente su cuello, recuerdo las veces que besé cuando era mayo y mis sentidos perfectamente retomaban sus jadeos al atardecer, pero ya no habría vida y la belleza se habría ido como se va el recuerdo silente de un adiós, de un pecado que nunca cometeré porque regalaré para sus cielos un nuevo ser, y me auto invitaré al báratro de mis pasiones como tanto sueña aquella fuerza que viene del fondo de la cama, de los sueños, de los rostros que mueren en la madruga y de mi mente. Pero dejaré las horas de envolver nuestras sombras, de llenar de sal la luna y de convertirme en un destello de pasión ¿Qué queda del amor cuando se siente el funesto tocar de los egos, qué significa el chocar incesante de nuestras miradas para dejar de nuestras almas atadas a la idolatría de la juventud? No queda nada más que ese sentir desvanecerse entre lo temporal de la vida, en el pasar de tus miradas, de tus rostros de lo que pudiste ser, de las máscaras que usaste. Todo eso vano y fútil sería, todo eso no tendría razón de ser si ya no miramos el espejo de la realidad aquella mágica reacción que te hizo descubrir esas conexiones tan estrechas entre ver y ser- hoy era tu imagen la que te hacía ser, mientras bajas por la ruta de la universidad de Lima- ¿sentiste el desparpajo con se mira la juventud?-, hacia el vacío constante de la vanidad, de las miradas de aquellos que te convirtieron en el dogma del deseo de ser sólo para el fin de verte entre los espejos de egos más pequeños que tu mismidad. Yo no te prometo ese amor, porque es distante y su fin y su fuerza es el vacío sus ansias no son lo que buscan tus sueños, lo que anhela la misión de tu corazón, la pureza de tus manos y alistar de tus obras; amada mía, yo te juro hacernos inmortales volviéndonos nigromantes del amor. Mi presteza de ánimo y tu aptitud de silente matriz de infinitas posibilidades estéticas nos harían inmortales tan bellas como una sinfonía de algún maestre del espíritu. Amada mía, tú y yo tenemos esa obra por delante, tenemos esa cruel y fría misión para nuestros corazones ese dejar de satisfacer a nuestros egos para darle con nuestra belleza el toque final de la existencia, brindarle con su sacrificio el fin de toda historia atrapada en el tiempo, para darle la eternidad de nuestros destellos, para darle sublimemente vida con nuestra muerte para hacerlo mortal a los ojos de la especie, pero dejar nuestra vidas dibujadas en lo infinito de infinito de aquella fuerza en la que se convertirá el amor, es decir inmortalidad pura para los dioses en ocaso de invierno. Camino a paso lento por la misma plaza de aquel pueblo, la pileta de un ángel raptado por la fealdad del color dorado, pues reza acompañado de tu trompeta algún adagio que para advertir lo absurdo de ser realidad. Mientras yo pacientemente miro el atardecer y susurro suavemente “el amor ha muerto”.

Por amor luchamos, por amor creamos, por amor morimos; pero que gran pesadumbre se siente cuando atisbamos su altar, cuando nuestro infinito egoísmo nos quita la venda y vemos que desde su más alta cima que el amor ha muerto o más dulce aún que el amor jamás existió en nuestro corazón, porque no está predestinado a ser realidad en algo tan pequeño y limitado como para poder florecer en nuestra realidad, aquí sólo sería una semilla su fuerza destructiva fuera de la tibieza de nuestros corazones para ser infinitamente inmortal donde su libertad sea su misma cárcel, porque su locura será la que lleve su amor hasta las indeterminadas fuerzas que tenga para renovarse. Ella llegó con el cabello tan hermoso como siempre, su caminata jovial, pero serena, sus manos blancas que se asemejan a la belleza de Hera y sus labios ya no formaban la figura de la felicidad, pero entonó una melodía actual, algo de pop norteamericano, antes de mirarme y entonar palabras para recordarme ciertas cosas, nuevas, de acuerdo a sus palabras y de sus susurros empezó distante y fría “yo pienso que no existe manera exacta de mejorar que el de buscar llegar a más, siempre conversamos sobre esos temas, pero hoy he llegado a conclusiones sobre muchas cosas, sobre proyectos y sobre el éxito que quiero para mí. Por eso conocí gente nueva con nuevas ideas, con pasos seguros y con ideas emprendedoras para iniciar algo mejor de lo que ya tengo y hoy es hora te hacerlas verdad, pues conocí a un chico mejor que tú alguien que sabe sobre temas actuales, alguien que tiene distantes razones para llegar a ser un chico de éxito, porque cuenta quiere los recursos económicos como para alcanzar lo que él quiere ser, porque he visto que él no pregunta sobre la vida, él solo quiere vivirla y punto y quiere ser parte de ella, porque desea viajar y conocer, reír y trabajar por ser un gran profesional un ser que pueda convertirse en un profesional de éxito con capacidad de ganar dinero y éxito. Es divertido, ameno, alegre y gusta de los autos de moda”-silencio la doncella, a pesar de todo aún no quedaba clara la imagen de aquello que a ella se llevaba, de aquella sombra de modernidad que me quitaba algo tan preciado, alguien que yo tenía como la musa como la eterna primavera de mis obras; pero era así, podía dudarlo acaso, pues no era el sinsentido de sus odios, la gratitud de saber que separa sus sueños de los míos y que no pretendía recordaros, pues considerba que no eran un método necesario para sus planes como una chica contemporánea, dudaría de su mentalidad televisiva, pero era así ella me dejaba entre los escombros de su pasividad y de su sueño por hacerse a criterio de lo que exigía el mundo alguien mejor, a destinarse algo mejor que nuestra verdad jamás oculta que el amor era no una arma más de la superación del ser sino un bonito puente entre el éxito que tanto deseaban sus cabellos castaños, que hoy partirían de mis brazo adonde no pueda dudarse ya de ellos. Adiós- dijo, como si no costara nada despedirse y tomó los cuadernos, el bolso y la sonrisa y partió de la mesa de nuestra conversación.

Rogué por ella, pregunte infinitas veces si aún me amaba y ella dijo que no que sólo era para ella una persona más por conocer, que los recuerdos tan sólo se quedarían encerrados en ellos y que el amor tiene un fin en sí mismo o que en el caso máximo de nuestra existencia servirá para algún fin como llegar al éxito, hoy te ibas y pregunté por qué, lo sé bien era esa sensación extraña de abandono que se siente al llegar la noche y no encontrar a nadie en casa o encontrarlos a todos, pero encajar en sus vidas y en su quehacer. Era la vieja rutina del rompimiento, ella alegó que dejaba de lado nuestra relación porque encontró algo mejor por conocer y por llevar. La perdía era cierto, se iba y desaparecía donde la temporalidad tiene su quemar, donde el “te amo” no bastaba para que su mirada cambie de dirección. Ella ya no estaba junto a mí, ya no podía decirme cuán silente era saber que ella había sido parte que su amor serviría para hacer del amor algo más esencial, a todos modos y mientras observo la ciudad, mientras camino por ella y persigo sus banalidad cruzo la pista pensado algo sobre alguien que ya no está, rasgo tan distintivo de algo tan parecido a aquello que fue su recuerdo. Son las siete y treinta pasado el meridiano y unas luces de auto brillan sobre mi caminar.

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Pintura:  "Starry night" -Vicent Van Gogh.

Comentarios

  1. ¿Eres real? ¿quién es aquella chica que puede inspirar tan prolija prosa?... Mi curiosidad me obliga a preguntarte por la realidad de este episodio... Me encantaría que me respondieras :)

    Insisto, ¿eres real?...

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  2. Hola Tania, a ver me atrevo de a decir que siempre hago los texto que cuenten historias de amor basadas bien en la personalidad o bien en la forma física de Karina, ella es la que me inspira. En el caso de este texto lo que hice fue escoger al azar situaciones de gente que veía pasar por lugares de Lima entonces empecé a especular sobre su personalidad y sus sueños para luego acoplarlas a la forma física de una persona, de esa manera pretendí darle una forma más real o cercana a mí y sentir la historia.

    Temo que al responder este mensaje delato que además de hacer escritos en un blog también soy un ente compuesto de átomos y todas esas intrincadas sucesiones biológicas xD!

    Gracias por comentar.

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