Cloudy






Nada tan elemental como un disparo de la defensa enemiga para iniciar la danza asesina de los cañones, nada tan terrible como el sentir el frio de la noche llegar antes de vencer el desembarco del enemigo.

El sonido aterciopelado de la oscuridad me hundió en esta fragancia azul noche- aquella irreconocible sensación de bienestar fuera de todo psicoanálisis. Mi paranoia eran las edades clásicas, jamás supe comprender por qué desaparecieron, porque es como si faltara algo en las estrellas, es como si ya no se las viera con el mismo amor y desparpajo con el que se le signó a cada una de ellas. Una forma divina que partió de una forma humana.

Crear, mejor aún, C-R-H-E-A-R-R o creharr, por fin me decidí, no era la noche y el espanto visual que producía la guerra, sus muertos, sus soledades, es decir, su existencia. La noche existe porque el ruido profundo del abismo jamás habla de destrucción, la noche existe porque el día a pesar de su resplandor es hijo de la noche exhausta de hilar tanto ese fino manto de oscuridad que todo lo atrapa y crea con finos bordados pequeñas incrustaciones de diamantes a su alrededor. Mirar como mira el tiempo su eterno tejer, como sueña el espacio y volver a vivir, como un sencillo acertijo que la noche suspira para perderme entre la frescura del viento y la simpleza del azul de su piedad al topar los escondites del sol. Serena y fría, si esta noche me atrapas y me haces uno con silbido profundo de tu viento, si ayudas a drenar mis heridas, si llevas en tus manos mi sangre y le das de beber al viento espíritu del ensueño, de la fatalidad, del deseo ardiente del guerrero. Si tú crearas mis caminos con tus laberintos de diamantes, si tus nubes bajaran para alfombrar mi caminar, si tu designio fuera el de una diosa tan fuerte como altiva y me llevaras a beber de tu sabiduría ya no dudaría más y sacrificaría mis manos que aún reclaman arte y mi piel sedienta gloria.

Acordeón, siniestro nigromante de momentos de la niñez; piano, sublime doncella de amores de la juventud que tus notas sean el elixir que busco al contemplar la noche infinita diosa guerrera, inmortal locura del deseo de eternidad. La arena fina delante de nuestras defensas donde la luna su belleza ve reflejar, contiene mis pies, el libro de la memoria cierra sus páginas equidistante de la cruz del sur y mis cabellos se ondean serenos en el silbar de la noche. A lo lejos una dama canta vestida de antigüedad, sus cabellos de plata y lo encantador de su lira, como si cantase el destino las batallas de la creación, las muestras más épicas de su fuerza y crujir de Neptuno entre las rocas antes de resucitar la marea para ir en busca de un beso de la luna. Si Apolo se enterara de las fechorías de la noche de sus insaciables obras de eternidad, dejaría la lira- radiante de luz- y vendría a hundirse en los valles silenciosos que nublan la torre de marfil.

Suspiro indiscreto, nunca eres oportuno, cómo anhelan mis manos dirigir aquellas batallas que en la luz se ven como destellos multicolor, aquellas muertes que el destino crea para hacer de la vida algo eterno. Y si me embarcará en una nave rumbo al horizonte y de mí sólo quedara la angustia por escapar de mis cuatro paredes, del incesante velo de la muerte que lo cubre todo, si ya no esperara por algún puerto y saboreara el aroma de la soledad, ya no sería yo y habría otro en mi lugar. Tomar el barco y navegar tras el rastro de la hidra, tras el escondite del cangrejo, como si al joven Acuario le faltara compañía, mientras ruge el león al llegar agosto. Neptuno ansía Argos para su altar y Hades clama por la belleza de la oscuridad. ¡Profano!. Sí, aún sueño, a pesar de la distancia entre las estrellas y el latir de mi corazón, combaten allá entre la bruma un recuerdo sublime de polvo estelar y mis legiones de sueños que armonizan su marcha hacia el sol, mientras llega la mañana que parecía distante.

Purificarlo todo con sangre de mis historias, construir suavemente la balsa ligera para darle paso a mis armaduras brillantes, tatuar sobre mi pecho una insigne promesa de palabras en rúnico y prometerme la victoria final, mientras resuena el tambor del cíclope antes de partir- sonido retumbante que resquebraja la tristeza del viajero-. Tengo miedo- dicen mis pies ya cansados. El camino es largo de realizar y no habrá bajo mis sombras alguien que se recuerde, sólo dejaran bajo mi muro de cemento un descanso del cual no quiero hacerme cargo, no volverá “Lily Marleen” a hacernos sonreír, pero la batalla dicha está. Mis aciertos, mis pasos fuertes son- Héctor resucitará en nuestras filas y cuando llegue la victoria nos haremos una constelación- polvo estelar plomo que cae del silencio hasta mis botas- fila media y de repente la compañía entera dispuesta a disparar. Mis pasos serenos ante la noche que pasa silenciosa como un recuerdo de sueños, de palabras, de victorias y de amigos perdidos en el bosque, la orfandad de la guerra se dibuja tras un sueño y el fanatismo se hace moneda corriente si no sabes soñar, mis palabras se irán junto con una historia y mis frases quedaran enmarcadas- si el destino lo quiere- bajo mi piedra gris, junto mi yelmo de recuerdos, junto a mí; ya no habrá estrellas porque habrá silencio; ya no habrá paz, porque no habrá guerra; ya no habrá más filas sedientas de victoria porque todo se hará frio como los hielos de casa, todo se hará silencio blanco tras las paredes y no habrá valido ni un segundo nuestras historias si el enemigo las borra si la palabra, si las palabras las cuentan otros que vencieron.

Morir dejo de ser una osadía para volverse un deber. ¿Deber mío, deber del destino, deber de las banderas? Quién cumpla el designio no será la patria seré yo; pero realmente vale la pena cumplirla, camarada. Olvidar para siempre el sonido seco del rifle antes de abalanzarse sobre la presa descrita como invasor. Imaginar que ya todo ha quedado plasmado en una sonrisa que se plasmo antes de la batalla, pues después de esto, quizá sea yo una fotografía, mis pasos se vuelvan amarrillos senderos que a otro han de darle mi imagen. Reíamos sinceramente, cámara, como si la vida supiese a aquella cena familiar. Si la gloria sería alcanzada por nuestra tropa tendríamos un tiempo prudente de vacaciones antes de volver a las trincheras, antes de desearnos a nosotros mismo una dulce noche y un hasta siempre.

Piedra sobre piedra, grita Neptuno que acompaña al enemigo como si fuese nuestro castigo por nuestra osadía. Miro la última noche antes de planearlo todo y siento entre mis brazos lo inminente de la existencia: su desaparición. Esta las nubes grises se han apoderado de todo lo que quedaba en el horizonte y las estrellas se durmieron en mi recuerdo, mi viaje espera. Camino frente a mis palabras para darme más valor, valor que ya no dan las viejas colillas del cigarrillo espantador de espíritus, mientras los duendes de la duda recorren la tropa, porque el enfrentamiento se hará inminente. Mi lucha se hará franca entre estas arenas que se elevan suavemente sobre nuestras botas, pero me queda un recuerdo frecuente y titilante de mis paseos por la luna, de danzar sobre la noche que todo lo cubre y lo protege. Sé bien que no tengo nada que perder, mientras un destello lo haga todo realidad: seremos distantes fuerzas que a Niké llevaran en andas hasta nuestra vieja capital.

No tengo nada que perder, sólo desear que el recuerdo me lleve a una distancia más allá de las montañas que ven el amanecer. Suenan las alarmas y veo a los aliados de Neptuno a los lejos llegar, ha llegado el minuto exacto que no sabíamos si esperar o buscar, pero llegó desde el mar como si fuera una nueva Troya donde la victoria no se repetirá donde el destino otra danza bailará. Yo cargo a la vieja compañera, cuando estallan las horas de la mañana sobre el motor zúmbante del enemigo que quedar por vencer. Iré por gloria o a que alguno se lleve la gloria conmigo, esa insigne frase entre mis recuerdos de biblioteca recordé; pero nos acompaña Apolo- jamás lo olvido- y sus flechas doradas que de nuestras compañeras se lanzaran. ¡A la batalla! Aunque el cielo nublado a Lily Marleen parece no recordar.

Normandia, 5 de junio de 1944

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