La dama, su historia, la soledad que aburre, cantos, torpezas y confesión


Todo ha quedado aquí
(limpio) como el cielo estival.

Me enamoré, no entiendes la intención
que supone algún sufrimiento: la espera,
la decepción, la angustia, los grises, el insomnio,
la sed, el palpitar de la soledad en el corazón.

Cuando aquella noche caminé por Luzuriaga,
aquellos tenues artefactos que imitaban al sol,
bordeaban tu silueta- la esculpían- como tu afición
a la historia, como tu sonrisa que me evadía.

Todo ha quedado aquí,
pulcro como el claro de luna.

El acorde que retoñaba esa alegría,
un estúpido antídoto para la semana,
la suerte, las cartas, los borradores, los experimentos.
Tú otra vez como agujas del reloj imposibles de parar.

Te dibujé, instantánea sobre los párpados nublados,
como la psicodelia de tus amores, como el retumbar
estrambótico de las voces de tus adalies de los sesenta.


Te fuiste, era previsible, jamás llegaste.
Sin embargo, en cuanto a mí, ya ni la soledad me satisface.

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