El retrato ausente
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Jean Louis Gericault- "Le radeau de la Meduse" |
Ancho mar
sobre el fondo de una noche silenciosa y al remoto tiempo una guía: la
solitaria entrega de una voz a la música. El susurrar casi inaudible de sus
voces que acababan por decretar el fin de la velada y un aroma a mar que cubría
el recuerdo- y entre todas- su voz: seca, seria y profana como derribando el
mundo, como haciendo de nuestra historia un encuentro falaz con el olvidado
amor.
El mundo es
una gran promesa un sólido bloque que espera en la esperanza se promete el
cuerpo y se promete el alma; la búsqueda inquebrantable de un porqué- incluso
de su negación, se hace un ejercicio astuto, cuando ya de por medio la derrota
es un peso constante un vacío enorme que recorre sueños y realidad, por eso
para evitar la derrota como es, un estado constante de blanca estupidez se
elevaba tras de sí el hombre una y otra vez el retrato de lo que se quería ser,
pero se escondía lo que se era, porque la locura de la derrota es toda
inaprensible, es toda e inmensamente real. Los dados echados- el azar es quien
nunca perdona- esa inefable manera de proyectar lo que será y pensarlo, pero
sentirlo era todo y cuanto no se deseaba si era la derrota la que cubría ese
espacio que consideramos vida, recorrerlo, dibujarlo, escribirlo sobre el
corazón para así comprender que la vida es una repetición constante del mismo
dolor que no encuentra paz ni sosiego en su propio tormento. Ante la
experiencia qué le quedaba sino la mentira, el arte más antiguo de todos, y por
supuesto el más completo. La mentira apareció como una luz pacificadora, como
punto blanco en la noche para arrullar el alma perdida, para comprender la
ilusión rota, pero sobre todo para ocultar la derrota y es que la derrota es la
locura, la infinita posibilidad que se reduce a un hecho concreto que muta todo
a su alrededor, que no perdona y que continúa sediento de aquel que la conjure
hasta acabar por hacerlo parte de sí, pero todo es mejor antes que la locura.
Ricardo y el
mar hondo y disperso. Ricardo y el mar atravesando espacios inútiles para
llegar otra vez a él, tan igual que escapar de uno mismo eso eran sus intentos;
por qué hacerlo si detrás de él se dibujaba la derrota, por qué virar hacia el
este me parece tonto que tomes tantas fotos si sabes que igual vas a envejecer,
no entiendo la manía tuya de tomar una foto por cada año y ponerlas todas sobre
el aparador de la sala se ve extraño, resulta poco atractivo y algo masoquista.
Sabes bien que no es así, Diego, la verdad es que cada vez que pasa el tiempo
trato de ver cómo he cambiado, pero los retratos son solo una muestra
superficial de lo que soy, quiero buscar otra cosa ¿Otra cosa? Pero qué más
puedes buscar entre tus fotos que tus arrugas y tus nuevas patas de gallo, qué
otro resultado te dará. La verdad es que busco la transformación que ha tenido
mi alma ¿Tu alma? ¡Ja! Es ridículo pensar que encontrarás algo así en un montón
de fotografías, por último eso del alma es una cuestión que no envejece ni muta
así que si se ve debe de ser igual a como apareció. No, eso es falso pienso que
el alma también puede morir, y mira las fotografías y la forma de cómo he
cambiado es un pequeño indicador de cómo
está mi alma, es decir que cada nueva señal me indica cómo es que yo he podido
transformarme interiormente, no solo el envejecimiento es una muestra de que
pasa el tiempo sino de que tal vez el alma va cambiando que las cosas se
transforman en ella, pero que solo y a través de los cambios que tiene el
cuerpo se pueden apreciar cómo es que ha cambiado y qué matices tiene en ese
tiempo ese es mi objetivo. Ricardo, pero qué ocurre si el alma ha muerto te
puedes dar cuenta de eso. Pues no lo sé nunca me he preguntado si mi alma ha
muerto, pero notaría algo ¿no crees?
Ella azul,
ella oscuridad, ella noche, pasos, firmeza, música-maldita música- tierna,
sedienta de algo que ya no es el mar Je
t’ aime, moi aussi… Je voudrais rechercher notre future dans la mer. Aventurarse
al mar para purificar este miedo, para hacerle un altar con el propio cuerpo-
inmolarse ante la noche vasta y sus estrellas que vibran de luz. Pierdo toda
quietud sobre su tormenta, utilizarme como víctima para que el oráculo me dé lo
que ofrece: oscuridad. Un ejercicio inútil, pero todo perdonado en nombre del
amor, sus voces se derretían en medio de las luces mientras se perdía su
capacidad para hacerse fuertes, su debilidad les exigía juntarse – hacerse
rebaño para prometerse vida con menos dolor- era un rito pagano para evitar que
la locura quepa más en sus corazones, cantando se expiaba la culpa y se evitaba
a la locura de la derrota y ante ese espectro de la derrota no había más que
solidarizarse con la presa, abrazar al hermano herido, y darle un pequeño
rincón de su miseria, Ricardo dejemos las cosas sobre la mesa, me gustaría que
dejarás las fotografías sobre la parte superior de la chimenea, sabes tuve
muchas ansias de tomarlas en blanco y negro aunque en sepia se hace una
exquisitez entre tanta foto en color y su testimonio vivo de la modernidad,
arreglando todo, maquillando hasta lo bello. Su rostro se me hacía tan cálido,
sus manos sencillas, pero fuertes sobre sus muslos, la postura erguida de su
espalda y la sencilla blusa que acompañaba el escote de su pecho, su mirada de
oriente, el sillón oscuro, sus ojos que retaban a la juventud- como diciendo “eres mía y solo mía”, las trenzas de sus
cabellos resueltas sobre los hombros y el vidrio jaspeado por la lluvia cuando
la ciudad agonizaba y sus labios que encubrían el amor que quería reflejar su
sonrisa. Las figuras de su rostro que dibujé en mis sueños. Labios pequeños que
besé sin cesar. ¿A comer una ensalada? Susurró una voz desde la cocina y los
segundos se alargaron para mirar otra vez su fotografía para olvidar que algún
día se acabaría. ¿Por qué se fue, Ricardo? Es algo de lo que no deseo hablar,
Diego. Ella es un eco que se ha grabado en mí, ella permanece sigilosa para
acariciar mis sueños, pero no puedo escapar de ella de sus manos, de sus
caricias que recorrían mi mejilla y atrapado a veces pienso en llamar, pero no
puedo y respiro profundo para entender la magnitud de un no. ¿Ricardo, entonces
crees que esto ha sido una derrota? Ella no era una derrota, menos su historia,
para Ricardo que no se atrevía a pensarlo, mas sí a sentirlo y responder ella era una promesa, una montaña
vigorosa radiante de amanecer, para Ricardo toda la voluntad expresada era
ella, pues cada demonio que encerraba el espíritu de Ricardo había sido vencido
por ella, el hecho de conocer esa verdad lo hacía convertirse en parte de ella,
de poder expresar mediante ella que el amor existía como voluntad y que la
derrota de la vida no podía llegar a concretarse como derrota si la voluntad de
dos personas eran capaces enfrentarse a ella y crear amor.
Diego era
amigo de mucho tiempo de Ricardo y solían pasear y jugar ajedrez durante las
tardes libres, usualmente su conversación iba de cosas triviales a un análisis
medianamente profundo de sociedad, el país o la filosofía. Era un amigo fiel
encausado en resolver problemas sobre su carrea, arquitectura, Ricardo odiaba
su postura tecnócrata, pero la amistad de ambos había sido sincera. Así Diego
era confidente de la vida y asuntos de Ricardo; la vida personal de Diego no se
encontraba estrechamente ligada a la vida Ricardo, pues Diego tenía una novia
la cual veía muy pocas veces por motivos de trabajo y prefería dejar de lado el
asunto, no quería llevarlo a su interior, temía que se hiciera tan fuerte que
no pudiera resistirlo y esto afectara su vida profesional así que prefería
mantener a sus padres, a su novia, a sus miedos y locuras lejos de la
normalidad de la vida aunque eso significara arriesgar que la vida sea tan
monótona y por ello se disolviera en una aparente cobardía frente a ella y por
ello podría presumirse que sea una derrota, pero no podíamos entrar en ese
asunto porque solo Diego podría tener la respuesta. Diego recorría el vestíbulo.
La iluminación de la casa es excelente, solo que considero que los matices de
temporada no son los adecuados como para poder disfrutar de esta estación, me
gusta el detalle de los techos altos con las columnas tipo griegas, aunque para
alguno puede llegar al kitsch su sobriedad las vuelven clásicas y de muy buen
gusto, ¿Por qué no estuviste aquel día? ¿Tal vez si hubiésemos compartido un
par de partidas de ajedrez no hubiera llegado a ocurrir todo esto? Hubiésemos
partido juntos, tomaríamos luego un poco y la insoportable sensación del mar
nunca se hubiese hecho parte de mí ¿Por qué no fuiste? ¿Tienes un cigarrillo?
Claro, los mentolados están en la mesa de centro y si deseas hay vodka.
Recorrió con calma, zigzagueando para esquivar los muebles color hueso, caminar
por la sala de parquet reluciente y el olor a cera subiendo a la fosas nasales,
cuando estancó la mirada sobre los retratos 1991, 1992, 1993, 1994, 1995, 1996,
1997, 1998, 1999, 2000, 2001, 2002, 2003 , 2005 , 2006 , 2007 , 2008, 2009 , 2011,
2012 y de repente la pregunta que se cubría de discreción en la mirada, pero la
curiosidad se hacía compulsiva, después de haber preparado un amanecer moscovita
y tomar un sorbo se hizo inminente la pregunta a lo que Ricardo demoró en
responder y pensó en todas las posibilidades en los encuentros y desencuentros,
pero por sobre todo, en que ya no había remedio, porque secretamente se hacía
la pregunta si la derrota lo había atrapado.
Cuando el
espíritu empieza a creer que todas las fuerzas y se presume que han acabado por
agotarse y se empieza a cantar ya no desde el grito que incurre en la voz de la
masa para realizar esa expiación, la música se convierte en ese puente para el
fluir de la soledad y la música cruzó así “se
hace difícil seguir anclado aquí sin tu amor”, para ya dar valentía cuando
la soledad se hace un arma para evitar la derrota Fito Páez ayudaba. Ella gritó
desde la habitación que se largaba el mismo día; sus caderas dibujaban un precioso semi arco delante de la pared vecina
a la cama que silenciosa observaba como la ropa adoptaba formas rectangulares
para entrar en un rectángulo más grande que yacía sobre ella, mientras el olor
de cuero cubría toda su superficie ¿Es que no lo entiendes todo esto es solo
una tontería? ¿Pelear por hechos que nunca existieron? ¿Me crees imbécil para
esperar una infidelidad para recién creer? Las cosas no están bien, tan sencillo
como eso, tú lo sabes bien. Me incomoda que creas eso, me repugna pensar que
las cosas son así para ti. Pensar esperar. Tú sabes que jamás lo permitiré, tú
sabes que no puedo permitirme esto. Yo no creo en ti ni en tus palabras la
verdad es que estoy cansada de todo esto de lo estúpido que puede llegar a ser pensar
que somos felices detrás de tu cobardía, pero no fue cobardía nunca podría…
Respiro, aún respiro y él me lleva, acaricia suave mi mentón y los ojos ya no
se hacen indispensables ¿Por qué creerte solo por el hecho de que tus secretos
eran compartidos por ambos? No, es imposible creer yo no puedo tolerar soportar
vivir con más dolor, no quiero más dolor. No mentí, no mentí solo deseo
tocarte, rozar tus manos, escribir lo terrible que es soportar esto, respiro
aún respiro pero ya no lo quiero, ya no. ¡TAG! ¿Perdonarme? Perdóname… la vista
no se hace táctil al corazón ni las manos ni el pecho descubierto, ni los
labios, ni una sonrisa, eso me lo enseñó una caricia tuya sobre mi mejilla,
porque no hay lenguaje más cierto que aquel que no se esconde con la palabra.
Ricardo respiró y se cubrió de mar no hay forma de evitar la derrota si de por
medio no se quita uno mismo la vida, porque sobre sí ya no pesaba su propia
historia, sino el sino de la humanidad que lo cubría con toda su torpeza y la
unificación de su errores era, qué duda cabe, la muerte de uno y el inicio de
la vida con los otros ya no como otros sino como uno mismo. Cerró la puerta no
hubo rastro póstumo. Si caigo será por mí, si sueño será por mí para tomar está
decisión y viró hacia la soledad no importaba la oscuridad del mar no
interesaba su enorme peso, virar significaba enfrentar a la derrota, o por lo
menos, tener la mínima posibilidad de enfrentarla, cara a cara, para asegurarse
él mismo que aquella decisión podría darle más fuerza más coraje si la nueva promesa
que se haría partiría de su capacidad de recuperar lo que el mar no podía
purificar, lo que la tristeza no podía de lo que la duda destrozaba y de lo que
las palabras ya no podían esperar, de lo que los signos solo se atrevían a
traducir en lágrimas de lo que solo una palabra es capaz de retratar: no. Era 5
de julio de 2010 y Ricardo llegó a la orilla corrió y entre la arena despareció,
la noche lo cubrió de su oscuridad, tal vez hacia la caza de aquellos
recuerdos.
Aquel libro
que tanto inspiraba amor y soledad, aquellas páginas sedientas de hoy, pero tan
cargadas de ayer revolotean el espíritu joven y lo hacen frío témpano frente al
sol de la embriaguez de repetir la existencia, de aferrarla a la tradición del
error, sin fe, sin esperanza concretar cada minuto de uno mismo para domeñar lo
que aparenta estar en algún altar sobre los templos que se hacen viejas tumbas
de explicarse qué norte sopla sobre uno si el espanto de la nada espera la pura
y concreta repetición de la realidad como mecanismo útil para homogenizarlo
todo y es que aquel libro decía que había otros vientos, que había otros sueños
distantes que había una muestra clara de que la fuerza esta ahí para ser
tomada. Se lo regaló el día de su cumpleaños y Ricardo la amó con tanta fuerza
después de recibirlo, pero solo ella sentenció “solo un mago puede tener la
capacidad de inventar un retrato ausente de escribir mediante las palabras- a
pesar de la ausencia de espíritu- uno infranqueable, uno que sea tan real como
la derrota, porque la derrota sabe que hasta la locura intenta escapar”. La
despedida fue corta pero quedaron palabras para abrazarlas sobre el pecho para
acurrucar los sueños.
Y como
curiosidad nunca se supo la procedencia de las palabras, esfumadas entre el eco
del vestíbulo se dibujaron por sí mismas, rompieron la totalidad de su
individualidad para hacerse parte de otra historia- tan lejana como cercana-
para convertir su anonimato en parte de la historia ¿De qué historia? No
importa la ausencia era el trazo que eliminaba todo signo, pero a su vez la
creación de un nuevo brotar de hacerse bosque, de retoñar: ese era el signo de
vida de los hombres, era la manera de demostrarse así mismos que estaban vivos.
Por ti me hice sol, me hice lluvia, otoño e invierno, invertí los colores más
sencillos para evitar lo crítico de mi nihilismo, camine descalzo sobre la
madrugada, corrí entre la oscuridad para saber de tu nombre, comí más
carbohidratos de los debidos, me hice noche, me hice problema a veces solución
y a veces solo resistí para esperarte, me hice sinceridad, me hice fugitivo,
cambie mis zonas horarias y mentí a mis credos, me hice nieve y me hice fuego,
me convertiste en medicina, te cobijaste en mi nada y me dijiste que lo era
todo, cambie las letras a góticas, subí más música de la debida y me perdoné solo
por el hecho de que tú dijiste que cabría la posibilidad de perdonar si era
medianoche. ¿Quién dijo las palabras? ¿A quién tendría entre su alma sacarlas a
relucir? ¿Tendría valor hacerlo? Evidentemente no, pues en el momento que fueron
dichas ellos no eran dos eran uno y esa era su voluntad. Cerró la puerta- con
el crujir de las bisagras sin aceitar- y entonces en ademán de sentarse a leer
al escritorio Ricardo pensó en el retrato ausente para luego decir estoy
atrapado en la página quinientos diecinueve de este libro.
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