Naipes



Sobre el blanco sonido caminé,
como para esperar la suerte,
los hados, el destino y la fortuna.
Soy de nuevo ese golem de carne,
ese vacío que siniestramente predice amar.

Tú, fuiste ardiente luz de noches azules,
arcilla y destino, fuerzas que ocultan tus manos,
manos de viento, voz de trueno, como un sinfín
de recuerdos que se hilvanan sobre el miedo.

Soy un reflejo exacto del cielo, de las estrellas
que imaginan estar vivas, que se unen como
adornando el vacío, como recorriendo la ácrata oscuridad.

Y ya no basta con preguntar sobre los solsticios,
sobre el estiaje cuando la muerte se hace una carta segura
en la baraja. Los naipes, esos que se juegan con tanta
despreocupación, son tus peores enemigos.

Sonríes al ver el pan, la leche, la madre, la mañana,
pero preguntas por qué la arcilla, por qué los naipes,
por qué la carne.


Duermo pensando sobre el tiempo, cansado de estas
horas que suben y bajan sin sentido aparente,
si forma recurrente, sin aliento. Soy otra vez presa
de los espejos de aquellos que me dicen que no hay
almas ni tiempo.

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