Novena



Si la guadaña sopla sobre mi rostro
el hechizo de la verdad.

Me lleva como cenizas por el viento,
acaricio la desnudez de las calles grises,
partir con rumbos que se asemejan
a ti cuando palpitaba tu corazón de huesos.

Si sus brazos me devuelven a las lluvias de la sierra,
a los pozos de soledad que esperanzan el cielo,
si así por fin siento libre de aquella amenaza:
de los espejos,  de las caricias y de las sonrisas.

Si la guadaña sopla sobre mi rostro
el hechizo de la verdad.

Aquí se enajenan los sueños,
soy una carta más de una inmensa baraja
donde el sol juega con la luna, donde cae
del monte un adiós y resucita de la montaña de plata un adagio.

Me veo como el exordio de todas las penas,
de los llantos, de la alegría y la victoria.
Esperan azules mundos, esperan cortas miradas de Dios.
Siento el viento de ese abismo llamado tiempo.

Si la muerte sopla sobre mi rostro
el hechizo de la verdad.



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