Reflexiones Iniciales

El hombre puede ser ese dios engalanado con toda su libertad o esa mínima expresión de nada- como lo decía González Prada- si se lo propone. Y es por eso que nos aventuramos fuera de esos profundos mares de la contemplación de la soledad. No hay, entonces, nada más que ése frío de la ausencia, ése esperar en el alma, ése anhelar la búsqueda de todo lo jamás contado ni escrito; es decir, esas ansias de crear. Entonces, y solo entonces, nos habremos convertido en Neptunos errantes: en dioses capaces de escribir un poema a la vida o seres que se hundan en el abismo de la nada.

Me aventuré, pues sin ninguna arma más que la pluma de tinta negra o en todo caso el teclado de mi fiel notebook a describir, por medios poco usuales, el torbellino ideas que alborotaba mi mente antes de aquella función.

¡Tim!- El tintineo falaz de la noche ha empezado. Me embarco en esa tu ausencia que ha desaparecido todo rastro de oscuridad de la noche y me ha dejado bajo el susurro espacial de una luna apunto de morir en una madrugada ignota de amaneceres y sabia en cuestiones del azar.
Tu mirada se ha alejado de esa lupa con la que ves nuestro circo colorido. Me respondo- entonces- la infausta pregunta: ya no soy pez- digo con cierta lenidad- tal vez soy ahora un dios de iglesia pagana, un ser opuesto a la nada. Mi sombra bebe de mi tiempo ese aroma a juventud que hoy se fue en el último beso, que me dejo mi amada en su distancia a Marte y en su lejana batalla por ser ella y por ser yo.
Otra vez los tambores, los humanos han vuelto, pero ya no soy pez soy ser mortal de dos pies. El líquido vital me ha abandonado, me he vuelto una sombra de este anuncio de vida verde en una billetera zodiacal, mis párpados sólo ven la destrucción con cemento y mi viejo rincón de flores ya no está. Así me he vuelto en un dios errante y sin castillos, sin dogma y sin religión. He burlado al más cruel de tus pensamientos y en la noches busco un nuevo sol. Me pregunta, tal vez, en susurro de llamada a distancia- el gnomo de la suerte- si este es mi rostro o es mi máscara, la respuesta fría se la di: jamás lleve rostro, jamás lleve máscara, porque solo fui luz de altar divino, sueño de tiempo pasado, mar de aguas de vida y silencio de noche de abril. No más tambores humanos, hoy ha llegado su juicio final, entre pasaportes y sequías, las amas de casa aún siguen con el delantal...

Escribo a las horas y aún soy un pez con tridente en mano, con caballos blancos y el resucitado al anochecer de mi último rezo, de mi última comunión. Porque hoy soy otra vez libre, porque otra vez deje de ser dios de un sólo altar.


Comentarios

  1. Ah!, i si dios fuera mujer?, bendita herejia qe seria besar sus manos no de marmol, su pubis, no de yeso, i sus labios...no de pan.

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