Poder es justicia y por ello verdad ¿Quién tiene la verdad?
La
conversación central de esa noche se resumió a una frase: “la ética, en
política, sólo es publicidad”. Puede sonar altisonante que se pretenda hacer el
concepto de ética, tan tocado y estudiado por la filosofía, pero esta especie
de “banalización” que sufría el término a fin de llevarlo sólo a un enfoque de
consumo era- con todo- una proposición palpable entre nosotros, en nuestros
días y horas. Tanto mi amigo como yo no compartimos la mismas filiaciones
políticas, él por su parte no sigue a ninguna doctrina en especial y prefiere
dedicarse al derecho; por mi parte yo tengo mis ideas claras acerca de a qué
ideología sigo; sin embargo, este problema nos atañe a ambos, tanto él- un
ciudadano que prefiere ejercer su cuota de poder político desde el sufragio solamente-
y yo desde el involucramiento directo con las acciones políticas comprendemos
que hay un problema imperante: ¿Quién y de qué forma se detenta el poder
político? Su implicancia en la vida tanto del “apolítico”, como en la del
político es directa, pues el hecho de la descomposición del sistema político
surte efectos directos en nuestra sociedad, en nuestra economía y en nuestro
desarrollo como personas.
Sin
embargo, es importante saber que alguien detenta el poder y quien lo hace desde
principios ya sean colectivos o netamente individuales que corresponden en sí
al ejercicio de una capacidad la cual pueda permitirle- sea con ayuda de otros
o en uso de la capacidad individual- usar la fuerza que le brinda el poder con
el fin de mantenerlo. ¿Sólo mantenerlo? Hacer crecer el poder es otra opción la
cual es- tal como lo menciona Heidegger[1] sobre la
voluntad de poder de Nietzsche, por lo tanto el poder no sólo es mantención de
este, sino también crecimiento. Bien y desde este punto qué significa que el poder
crezca.
Hay
dos frases que me gustaría analizar acerca de la idea de poder que son
realmente excepcionales y precisamente se dan entre dos caballeros dorados los
cuales en el anime Saint Seiya (Caballeros del Zodiaco) hacen precisamente dos
alusiones al poder que forman prácticamente un hito de la acción del hombre en
correspondencia con la ética, es decir, el crecimiento del poder debe o no debe
ser ético, este debe de corresponder a una serie de valores. En el diálogo,
Death Mask (Caballero dorado de Cáncer) va, por mandato de Arles, a la montaña
de los cinco picos a matar al viejo maestro y le dice “será que la definición de justicia e injusticia cambia según sea el
momento adecuado, tanto así que la historia lo ha probado lo que Arles intenta
hacer puede parecer malo y feo. Pero si llega a ganar podría parecer un acto de
justicia para otros, en otras palabras
el poder lo hace justo a la vista de los demás. Si tú pierdes entonces tú
serás el injusto[2]”.
El caballero de Cáncer sentencia que quien tiene el poder puede prescindir de
la ética, es decir, que es netamente accesorio, por lo tanto valores como la
justicia quedan de lado y el poder es el eje central como fuerza, por lo que
quien lo detenta puede hacer de los valores un instrumento de reafirmación del
poder por lo que Arles (el patriarca corrupto) al igual que el político que “hace obra pero roba”, no corresponde su
actitud a un valor que guíe su actuar, sino al interés por mantener el poder,
es decir, sólo se remite a conservarlo, su quehacer no apunta a la creación de
nada más que la mera retención de él, por lo que el único fin aparente del
poder es mantenerlo, por ejemplo con el fin de obtener una ventaja económica o
un mejor status social. Lo que a la
larga no sólo ha banalizado la función de los valores (convirtiéndolos en
instrumentos de propaganda) sino que también cumple una función mucho más
peligrosa la de destruir la verdad.
En
otro capítulo de la serie esta vez en la casa de Piscis, el caballero dorado de
la casa se enfrenta a Shun de Andrómeda quien antes de lanzar su ataque más
fuerte exhorta al caballero a un cambio de actitud frente a su posición con
respecto al maestro Arles, a lo que Afrodita de Piscis responde: “…por eso eres débil, te diré algo bueno, el
poder es justicia, la fuerza es lo absoluto, porque el Maestro es capaz de
poner el santuario a sus pies en absoluto[3]”.
Este punto pone aún en el centro de la discusión algo mucho más preciado como
lo es la verdad, haciendo un mejor enfoque: la construcción de la verdad, es la
que está en juego. Se parte por entender qué lo que entiende Afrodita por
verdad y se llega a la plena conclusión que para él la verdad es poder, por lo
que si la verdad es poder quien tiene la fuerza del poder puede construir la
verdad y por lo tanto la verdad no corresponde a una sumatoria de hechos
contados, sino que es la interpretación que de estos hechos puedan brindarse
entorno a quien tiene la capacidad de manipular los hechos, por lo tanto, por
ejemplo quien tiene el poder de manejar los medios de comunicación (por eso su
importancia tan vital para el control que ejerce el poder). Más aún de aquí se
desprende otra idea importante de señalar, combina ambas frases, pues el hecho
que quien es justo, sea el que detenta el poder, también quien posee la verdad
(ojo quien posee la verdad) es decir, la justicia deja de ser un hecho de
veracidad comprobable para pasar a construirse en función a la fuerza del
poder; por lo tanto quien tiene el poder puede construir la historia.
¿Qué
rol le queda a la ética frente a lo aplastante que resulta el poder, entonces?
Resulta que podríamos tratar de realizar un análisis que enfoque que se ha dado
si bien es cierto que la moral se constituye como la costumbre de un pueblo,
por lo tanto es colectiva, mientras que la ética parte del razonamiento
individual para escoger qué es lo bueno y lo malo; sin embargo, cómo bien se
pregunta Nietzsche en la “Genealogía de la moral” ¿Lo bueno es necesariamente
útil? De ser así, lo útil debe de ser útil sólo para nosotros o también debe de
corresponder a una utilidad para los otros. Por lo que el tema del utilitarismo moral se convierte en un
recurre, que el mismo Nietzsche analiza y ve como sinónimo de “agradable”, es
decir, sólo como una especie de fin cuyo último peldaño es la aceptación en su
totalidad de lo bueno como aceptado por agradable a los sentidos. ¿Puede este
ser el fin del problema verdad y poder? Que lo verdadero sea bueno y por lo
tanto útil, esta afirmación sería bastante frívola de analizar si es que de por
medio se ponderarían otros aspectos que van a marcar el ethos en Nietzsche, este
punto puede valorarse precisamente en una sentencia: es imprescindible para una
moral utilitarista la edificación de todos sus valores en función a lo que
mejor pueda generar ganancias es decir sólo a ello que puede serme grato. Sin
embargo, ¿Dónde queda el deber?
El deber es un
tema constante en Nietzsche, pero antes dejemos zanjado un punto medular en el
presente artículo: ¿Es el poder verdad y por lo tanto es el poder justicia?
Nietzsche define que precisamente el poderoso es quien detenta la verdad, pero
no de una forma artificial, sino de forma natural es decir a través del
ejercicio de la Voluntad de Poder, tal como lo vemos en el párrafo siguiente: “mientras que toda la moral noble crece de
un triunfante decirse “sí” a sí mismo, la moral de los esclavos dice de
antemano “no” a todo “fuera” a todo “distinto”[4].
Con todo esto nos quiere decir la Voluntad
de Poder ante todo es acción, pero que dicha acción está revestida de
creación, por lo que el resentimiento que es la negación del poder y la
búsqueda de su reemplazo se hace bajo la careta de lo “bueno”. Nietzsche, realiza una precesión más “Asimismo, como hombres plenos, repletos de fuerza, y en consecuencia
necesariamente activos, no sabían separar de la felicidad el obrar: en ellos,
la actividad se cuenta con necesidad entre lo perteneciente a la felicidad.
Todo ello muy en contraposición con la “felicidad” en el nivel de los
impotentes, apesumbrados, ulcerados por sentimientos venenosos y de hostilidad,
en quienes la felicidad aparece esencialmente como narcótico, sedante,
tranquilidad[5]”,
esta es una clara referencia a qué es lo que el hombre concibe como obrar
es decir como construcción de su felicidad, es preciso determinar un punto, tal
como también lo ha advertido en uno de sus programas Marco Aurelio Denegri, la
raíz etimológica de la felicidad se emparenta con producir, es decir, con la
acción[6], por lo
tanto la acción es sin duda sinónimo de creación y con esto la creación de la felicidad
como un hecho real, es decir, plasmar la voluntad
de poder en la creación.
Entonces uno
de los puntos que debemos de establecer y aclarar en el presente texto es el
planteamiento del poder del cual tenemos referencia en los diálogos de Saint
Seiya, donde ambos personajes consideran que efectivamente el poder es verdad,
quien detenta el poder genera una verdad pues es capaz de cambiar la historia a
su favor, también es menester delimitar que quien detenta el poder es justo,
pues los valores creados por efecto de su poder se condensan en la idea de
justicia y por ende en su aplicación. ¿Queda estancada la idea de poder?
¿Finalmente, el poder se convierte en un estado muerto en manos de quien lo
detenta? La respuesta es negativa, “la
voluntad de poder”, ante todo es acción, la acción por lo tanto también es
poder, los personajes de Saint Seiya del mencionado diálogo, realizan una
efectiva delimitación del poder, pero sólo en un primer nivel, pues obvian que
ante todo el poder para seguir manteniendo su naturaleza como tal es acción y
la acción requiere efectivamente de creación. Para crear por lo tanto, no se
puede partir del resentimiento o de la carencia, sino de la plenitud y de la
fuerza, estados que garantizan efectivamente la realización de la “voluntad de poder” como el concepto
principal que rodea al “übermensh”[7]
de ahí que este rompimiento con los valores tradicionales no sea otra cosa que
la estructuración de una sociedad con valores de creación de una Cultura
Superior[8], es
decir, una sociedad de hombres aristocráticos que acepten el devenir de la vida
y su afirmación en el Eterno Retorno.
¿Qué es lo que
podemos concluir de lo expuesto frente a la política actual? Resulta
determinante pensar que los políticos actuales y la corrupción que desgarra a
nuestro país es producto del abandono de ideales comunes, pero no en función al
hombre rebaño, sino a la construcción de la superación del hombre como tal al
fortalecimiento de la civilización como búsqueda de la comprensión del hombre
como un ser incapaz de someterse al aletargamiento del placer y del consumo,
por lo tanto la pérdida de los vínculos entre Sangre y Tierra. La destrucción
del concepto de “Civitas” ha sido
emprendida por aquel hombre que ha cambiado los lazos que le unen a la
construcción de un avance en la civilización por el mantenimiento del simples status, el poder se detenta en los
términos de satisfacción y realización personal, pero no en los términos de
construcción de la Patria o de la Humanidad, la tergiversación de su acción se ha
convertido hoy en fuente de corrupción, pues quien lo detenta lo hace desde el
concepto de resentimiento, el mismo que Nietzsche define como la carencia
capacidad para crear. Los políticos corruptos amparan hoy accionar en frases
justificantes como “roba, pero hace obra”, cuando se ha olvidado que el Deber
es ante todo la capacidad creación esa misma capacidad que pudo dar a luz a
grandes hombres y grandes naciones.
[1]
Véase el texto de Martin Heidegger “¿Qué significa la frase Dios ha muerto en
Nietzsche?”
[2]
“El maestro Dhoko vs. Mascara de la Muerte”, (Extracto de la serie Saint Seiya)
[En línea] https://www.youtube.com/watch?v=givQQC518Is
(Consulta 01 de enero de 2015)
[3]
“Afrodita considera que Saga es el más poderoso por ende el más justo”,
(extracto de la serie) [En línea] https://www.youtube.com/watch?v=BMAW_I6yCk8
(Consulta el 01 de enero de 2015)
[4]
Nietzsche Friedrich, “La Genealogía de la Moral”, 2000, Ed. Biblioteca
Grandes Pensadores, Madrid, Pag. 287.
[5] Ibídem.
Pag. 289
[6]
Programa Televisivo “La Función de la palabra”, de fecha 12 de marzo de
2014, [En línea] https://www.youtube.com/watch?v=7gxVsn9xWZ8,
Consulta 03 de marzo de 2015.
[7]
Es necesario precisar que la traducción del “Superhombre” que se hace en la
obra de Friedrich Nietzsche está mal empleada, pues no se buscaba obtener un
superhombre, sino la trascendencia del hombre como tal, es decir la superación
del hombre en la moral y costumbres que lo rodeaban, dotar de independencia a
su accionar, en el seno de la libertad, pero tal como lo ha precisado el mismo
Nietzsche la libertad no es sino la capacidad de gestación del hombre guerrero,
es decir, de aquel que no sucumbe ante la idea de los placeres ni del rebaño,
sino que se presenta a sí mismo como inmerso en la guerra, es decir en la
constante afirmación de la vida.
[8]
Este término es debatible, pues Nietzsche lo emparenta con los valores griegos,
deseo que en el presente texto se entienda a ellos como valores griegos, pues
entrar en un debate sobre este concepto ameritaría precisamente otro artículo
en el cual podría definirse a mayor profundidad.
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