¿Huaylas o Áncash? La tarea histórica de reivindicar la historia de nuestra tierra
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Cuadro de la Batalla de "Pan de Azúcar" en Yungay |
El pensar
sobre la Provincia destaca algo más que un simple cometario acerca de la
naturaleza de la problemática en materia de corrupción, el despilfarro
económico que se ha ejecutado sobre las arcas del gobierno regional o lo
pintoresco que puede llegar a ser uno u otro candidato. El pensar que entraña
una reflexión responsable sobre la problemática de la Provincia es -ante todo-
una formulación que ordene, compacte y despeje la real situación social y
política que corresponde vivir a la Provincia, como bien lo menciona Heidegger
“en las grandes ciudades el hombre puede
quedarse solo como apenas le es posible en cualquier parte. Pero allí [en
las grandes ciudades] nunca puede estar a
solas”[1]. Es
precisamente, el ruido que ha impuesto la propuesta de la política actual la
que ha llevado a un alejamiento y una vulgarización del quehacer político, así
los problemas sustanciales de nuestras regiones se alejan o sencillamente
diluyen como problemas imposibles de resolver o irrelevantes de tratar frente a
la propuesta de la entrega de dinero, el dotar de más cemento a nuestras calles
o la plena idea de destruir el sistema de corrupción sólo por la presencia de
un caudillo ganador de las elecciones.
¿Cuál es el mensaje que se ha destruido,
entonces? Hemos ido alejando poco a poco una visión transversal de nuestros
problemas sustanciales por el reemplazo de políticas a corto plazo con el fin
de dejar que las palabras nos abrumen, así el candidato no tiene nada que decir
más que una secuencia repetitiva de palabras (todas infladas) pero no que
dirigen y enseñan, sino que mesen y atarantan. El decir en la campaña política
se ha cambiado por el mensaje rutinario, la calidad del mensaje no tiene un
fondo, sino una forma de cliché (lucha contra la corrupción, felicidad del
elector, desaparición de la pobreza, fin de la injusticia)[2],
más aún basta con pasear por las calles de Huaraz y darse cuenta que el ruido
por la campaña política se ha hecho insoportable que los candidatos sólo han
aprendido a abrumar de acumulaciones de palabras, pero no de mensajes a la
población. Podría, entonces, decirse que sólo es a nivel de propaganda la cual
debe de ser fácil de digerir, pero esta afirmación sería- evidentemente- falsa,
pues los candidatos tampoco en sus discursos, ni en sus lineamientos, ni en sus
planes de gobierno hacen una reflexión de los problemas trascendentales. En
síntesis, se ha cambiado el discurso central de la política, emergido por una
reflexión sustancial sobre la realidad social de un pueblo, por la forma vacía
de la palabra atizada por un discurso contra la corrupción como mal superior.
Nuestra
comunidad ha ido perdiendo el sentido de la palabra por el uso repetitivo de
fórmulas constantes y simples de concluir, las cuales no resuelven el problema
sino que son consecuencia de este, por ello, el filósofo y el político son
quienes deben de conducir a la comunidad de nuevo a la reflexión olvidada por
el simple decir; sin embargo, es notoria la ausencia de los primeros y la
decadencia de los segundo. En ese sentido, es necesario volver a pensar que el
problema de la Provincia (y más específicamente de la Región Áncash) radica no
sólo en los efectos de esta decadencia, sino- y por sobre todo- en la función
real de estructurar y volver a resolver la pregunta inicial sobre el devenir de
nuestra comunidad inserta en un espacio geográfico, político e histórico.
Es
precisamente, el análisis del devenir histórico y social lo que me llama a
escribir estas líneas un análisis histórico que nos lleva a comprender que la
existencia de Áncash es la consecuencia de un quehacer histórico que
evidentemente abarca para sí la construcción de una determinada fórmula que
congregue la participación de la comunidad frente al devenir histórico y más
aún ante la necesidad de responder a los problemas desde esta visión, Todo esto
liderado por los políticos quienes son los llamados a reestructurar las
fracturas sociales, históricas, políticas y económicas, porque y evidentemente
la empresa de una región conlleva a un fin que va más allá de la lucha contra
la corrupción o la pavimentación de más pistas para Áncash. ¿Nos hemos
preguntado los ancashinos, entonces, quiénes somos y cuál es nuestro rol como
tales? ¿Somos precisamente actores afectados por el devenir histórico de
nuestra región y nuestra patria? ¿Hemos consolidado nuestra labor como región?
A
criterio del presente artículo, es menester identificar como fuente de
fundamento la necesidad de la revisión histórica de sucesos que acaecieron en
Áncash, para así llevar a la comunidad a comprender que nuestra esencia radica
precisamente en responder a la altura de nuestro devenir histórico, más aún,
que nuestra historia se teje en función a la designación de los valores, los
sucesos y las políticas que hemos emprendido como un cuerpo social con identidad.
Este artículo pretende analizar la problemática de la unidad ancashina como una
fuente real que ha llevado a Áncash a convertirse en una región plagada de
corrupción, pero más que eso plagada de indiferencia. Es necesario, a todas
luces analizar un problema trascendente como lo es la unión ¿Qué proyecto de
Región tenemos en cuenta los ancashinos? ¿Existió un proyecto común entre estas
tierras con características tan diversas? Lo cierto y necesario es que debemos
revisar esta parte de nuestra historia para comprender que la unificación de
criterios parte por comprender la necesidad de entender nuestro nombre y cómo
es que esto lleva a tener un valor más allá del nominal por parte de todos.
El
departamento de Huaylas fue creado por el Reglamento Provisional del General
San Martín el 12 de febrero de 1821 que crea el departamento de Huaylas. A su
vez el General Felipe Santiago Salaverry el 12 de junio de 1835 ratifica esta
disposición que incluía como capital de este departamento a la ciudad de Huaraz[3],
comprendía las cuatro áreas que históricamente y geográficamente hoy pertenecen
a Áncash: el callejón de Huaylas, el Santa, la zona de Conchucos y Cajatambo
(representado por la zona de Chiquián, que lamentablemente fue dividida junto
con las particiones que se hicieron posteriormente), así el departamento de
Huaylas era una unidad geográfica y política nacida desde la aparición de la
República, más aún su aporte a la causa de la independencia a través de uno de
sus hijos ilustres como lo fue Luzuriaga y el apoyo de las ciudades del
departamento que les valió el cambio de nomenclatura de villas a ciudades ha
sido, qué duda cabe, la muestra de unidad que ha tenido el pueblo de Huaylas
por la instauración de los ideales de la patria. Debemos destacar su unidad
histórica como parte del Tawantisuyu que reconocía a los Huaylas como un pueblo
más que conformaba parte del vasto
territorio que controlaban los incas y con los cuales establecieron
vínculos de sangre a través de matrimonio con la clase gobernante de la zona[4].
Somos pues una unidad histórica identificada con un pasado, el cual en un
momento de la historia se vio trunca.
La
identidad de los ancashinos parte de entender que somos una región diversa la
cual se ha gestado desde tiempos pre-incaicos, pero que ha correspondido con el
desarrollo de la época colonial así como de la República peruana como la
histórica Huaylas. Para comprender este hecho debemos remontarnos a un capítulo
trágico de nuestra historia: la Confederación Perú-boliviana de 1835 a 1836[5].
Evidentemente, al tratar este espacio de nuestra historia nos sumergimos en el
primer militarismo peruano, el cual se forjó tras la desaparición del
protectorado de San Martín y de la salida de Bolívar del Perú, por ende es
necesario tratar a fondo la figura de los caudillos que estuvieron al mando del
Perú antes de la conformación de la confederación y evidentemente luego de la
caída de esta, en especial de la figura de Agustín Gamarra (caudillo que junto
a Ramón Castilla colaboró con la el ejército chileno restaurador para destruir
la confederación), así Alfonso Quiroz señala sobre el primer gobierno de
Gamarra “la corrupción entre los
militares erguía su cabeza sobre las actividades del sector privado y agotaba
los fondos públicos y las líneas de crédito. Los abrumadores préstamos y levas
compulsivas, cargados a los empresarios y propietarios extranjeros[6]”
más aún los dos gobiernos de Gamarra, el último acaecido desde (1839-1841)
significó la continuación del sistema de explotación y abuso por parte del
caudillaje y la continuación del sistema de económico cerrado fundamentado en
el sistema agrario-exportador de la costa peruana[7],
en detrimento de la liberalización realizada en materia económica y aduanera
por parte de Andrés de Santa Cruz que buscaba la modernización de nuestros
puertos y agricultura, que era indispensable para llevar a los puertos peruanos
a la superación del puerto chileno de Valparaíso. Por ende, es evidente que
Agustín Gamarra precisamente representa a la clase de caudillo sin un proyecto
de país, con rasgos de corrupción y clientelaje los cuales sirvieron
evidentemente para mantener las viejas estructuras de anarquía y de renta
personal que llevó al Perú al desastre del 79.
Así Gamarra se convierte en el principal actor
del cambio de nomenclatura del ancestral departamento de Huaylas por el de
Áncash ¿Cómo y por qué lo hizo? Mediante el decreto el General Agustín Gamarra,
del 28 de febrero de 1839, cambia el nombre del Departamento de Huaylas por el
de Áncash (en conmemoración de la victoria del ejército restaurador en el cerro
de Pan de Azúcar, aledaño al riachuelo de Áncash y a la comunidad del mismo
nombre) en la provincia de Yungay[8].
¿Qué significó la victoria del ejército restaurador en Pan de Azúcar? La
destrucción de la Confederación Perú-boliviana (1835-1839) y con ello la
destrucción de la identidad común que unía por milenios a peruanos y
bolivianos, la consolidación de Chile como principal país hegemónico en el
Pacífico sur, la anarquía para el Perú durante 5 años (lo que permitió la
aparición de más caudillaje y el impedimento de la construcción de
instituciones que forjen la patria), la consolidación de la sociedad chilena
que desembocaría en el nacionalismo y el afán expansionista de 1879[9].
El Perú y Bolivia perdieron una oportunidad trascendental de progreso como un
país sólido que hiciera frente al Brasil y a las potencias emergentes en la
parte norte de América, pero consolidó la estrategia geopolítica chilena
sustentada por Diego Portales, quien en una carta escribe sobre la
Confederación lo siguiente: “la
Confederación Perú-boliviana debe de desaparecer para siempre jamás del
escenario de América por su extensión geográfica; por su mayor población
blanca; por las riquezas conjuntas del Perú y Bolivia apenas explotadas ahora
[...] Debemos dominar para siempre el Pacífico; esta debe ser su máxima ahora y
ojalá la de Chile para siempre”[10].La
victoria del “ejército restaurador” no es otra cosa que la victoria de Chile
frente la unión del Perú andino, es decir de nuestra aceptación como identidad
andina y mestiza (mestiza, ya que los que dirigieron la Confederación fueron
mestizos como la gran parte de peruanos y bolivianos hoy), apoyada por los
intereses de caudillos peruanos como lo fue Gamarra y Castilla. La vitoria fue
tan transcendental para Chile que existe una marcha chilena que honra la
victoria de Bulnes en Yungay:
“Cantemos
la gloria
del triunfo marcial
que el pueblo chileno
obtuvo en Yungay.
Del rápido Santa
pisando la arena,
la hueste chilena
se avanza a la lid.
Ligera la planta,
serena la frente,
pretende impaciente
triunfar o morir[11]”.
del triunfo marcial
que el pueblo chileno
obtuvo en Yungay.
Del rápido Santa
pisando la arena,
la hueste chilena
se avanza a la lid.
Ligera la planta,
serena la frente,
pretende impaciente
triunfar o morir[11]”.
El
cambió de nombre que le daría desde entonces Gamarra a Huaylas significaría no
sólo un insulto a su memoria ancestral sino un escarnio a la patria peruana por
simbolizar la destrucción de nuestros ideales de unión y fraternidad. ¿Hemos
olvidado los huaylinos esta afrenta? ¿Somos ciegos frente a nuestra historia o
hemos sido demasiado complacientes ante el simple hecho de no unirnos en un
frente común por nuestra historia e intereses?
Los
huaylinos, aquellos que consideramos que la palabra manifiesta no sólo una
nomenclatura, sino un fuerte arraigo de nuestra identidad y del
desenvolvimiento de nuestro ser, somos conscientes de que la historia es
nuestra principal referencia es nuestro deber de formar el carácter, de
entender que nuestra unidad no sólo pasa por resolver problemas económicos,
sino por entender quiénes somos. Hemos pues, sido víctimas de nuestra propia
desunión, hemos visto por segunda vez en nuestra historia el saqueo y la
destrucción de nuestra región a través de la mafia de Álvarez, hemos dejado
pasar nuestro ánimo por la unión para dar paso al interés individual de unos
cuantos que nunca han meditado en la palabra, que nunca supieron la labor
histórica que descansa sobre nuestros hombros aquella que nos fue encomendada
por Luzuriaga, por Luis Pardo y por Atusparia la que hoy ha sido nuevamente
manchada por el oprobio, por la ignorancia de nuestro devenir histórico. ¿Qué
sería de esta tierra sin un destino histórico que cumplir? Sería pues un lugar
sin alma donde las montañas y el mar que nos custodian no darían fe de nuestras
proezas de nuestro afán por progresar, huaylinos, es hoy o nunca, nos
enfrentamos a una coyuntura nacional que exige el más alto esfuerzo ético de
cada uno de nosotros, somos pues, quienes debemos de reivindicar la historia de
nuestra tierra, debemos recuperar el valor de la palabra tal como señal de
cultura, como señal de trascendencia histórica y hoy más que nunca decir que
estamos firmes y felices por la Unión.
[1]
Heidegger, Martín, ¿Por qué permanecemos en la Provincia?, {En línea} http://www.heideggeriana.com.ar/textos/en_provincia.htm
(Consulta 26 de septiembre de 2014)
[2] Canción
“Waldo, Puro Áncash” {En línea} https://www.youtube.com/watch?v=4lMpADuL_Z8
(Consulta 26 de septiembre de 2014).
[3] Comisión
de Organización del Primer congreso de historia regional de Áncash, “¿Huaylas
o Áncash?, revisemos nuestra historia”, 1era edición, Caraz, Ed. El Inca,
2013, P.93.
[4] Programa
televisivo “Paradigmas” (televisión local huaracina), ¿Áncash o Huaylas?, {En
línea} https://www.youtube.com/watch?v=QXVFurB5m9Q
(Consulta 26 de septiembre de 2014)
[5] Programa
Sucedió en el Perú, “Confederación Perú-boliviana”, documental histórico
sobre la Confederación, {En línea} https://www.youtube.com/watch?v=ZTTr7SSmiNE
(Consulta 28 de septiembre de 2014).
[6] Quiroz,
Alfonso, “Historia de la corrupción en el Perú”, 1era edición, Lima,
IEP, 2013, P. 123
[7] Ibídem.
P.129
[8] Op. Cit.
Comisión de Organización del Primer congreso de historia regional de Áncash,
Pag. 93
[9] Ibídem,
Pag. 107
[10] Op.
Cit. Programa Sucedió en el Perú, “Confederación Perú-boliviana”.
[11] “Himno
de Yungay”, marcha militar chilena. {En línea} https://www.youtube.com/watch?v=v_JQv0cABE8
(Consulta 26 de septiembre de 2014).
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